Lea artículo publicado en La Vanguardia.
Por Jordi Nieva Fenoll
Era un hombre desconcertante. Cuando le veías por primera vez, tenías la sensación de estar ante un sabio, nada despistado, con una velocidad mental y verbal arrolladora, con una memoria y capacidad de concentración prodigiosas, y con unos conocimientos jurídicos fuera de lo común. Lo que desconcertaba era su figura menuda y su apariencia personal algo desaliñada. A veces se imagina a un sabio con una figura recia, imponente, brillante. Y nos olvidamos de que muchos de los mejores pensadores de…
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